¿Te consideras una persona sedentaria, fuera de peso, con el nivel de colesterol elevado o, simplemente, no te gusta cómo te sientes contigo mismo? No pienses que para comenzar a moldear tu silueta o para mejorar los últimos análisis de sangre necesitas un cambio radical en tú día a día ni un esfuerzo sobrehumano. Simplemente tendrás que hacer un poquito más de deporte de lo que has hecho la semana anterior, y continuar así de forma sucesiva.

Nuestro cuerpo es eficiente por naturaleza y, por decirlo de una forma coloquial, tiende a ser un poco vago. Dicho de otra forma, gasta lo menos posible y se amolda a las necesidades que se le exigen.

Tiene una explicación muy sencilla y se basa en que nuestro cuerpo tiene memoria a medio plazo y evoluciona en función de ella. Si detecta que un sistema no está siendo utilizado, deja de priorizar su funcionamiento y tiende a desactivarlo.

Pongamos un ejemplo. Si tengo a mi cuerpo acostumbrado a estar sentado, el gasto de energía que requiere es mínimo. Esto hace que se ralentice el metabolismo o consumo de energía y se gaste menos energía por unidad de tiempo. Si la alimentación no varía, seguimos consumiendo las mismas calorías pero cada vez gastamos menos lo que lleva a aumentar el peso corporal y el porcentaje de grasa, que además de que modifican el aspecto físico, son factores de riesgo de varias patologías.

Con el deporte se pretende lo contrario. Se trata de someter al cuerpo a un estrés físico mayor al que normalmente está expuesto. Por ejemplo, si me paso la mayoría del tiempo del día sentado, se puede comenzar alternando el estar sentado con el estar de pie y dar pequeños paseos.

Esto acelera el metabolismo o el gasto energético, aumenta los almacenes de glucosa lo que reduce la cantidad de azúcar que se almacena como grasa y un sinfín de beneficios más.

En definitiva, muchos sistemas se tienen que adaptar a estas nuevas exigencias y el funcionamiento de todos ellos va a ser mayor y más rápido. En la jerga de entrenamiento, esto se conoce como principio de supercompensación.

Para terminar de convencerte, queremos darte varias razones por las que es preferible hacer poco a hacer mucho:

  • El estímulo debe ser lo suficientemente alto para que le suponga un incentivo al cuerpo pero no debe superar el umbral que nos produzca un estrés excesivo Esto supondría varios días para recuperarse, e incluso exponer al cuerpo a que sea más propenso a coger un catarro o una infección.
  • Es más fácil que consigas adherirte a una práctica deportiva que es asumible para tus condiciones y que te supone un esfuerzo tolerable a que lo hagas a algo que lo consideras una verdadera tortura.
  • Como ya hemos dicho, la idea es ser un poquito mejor cada día. Para ello debes tener margen de mejora y progresión. Es preferible dar un pasito cada día a una zancada cada mes.